viernes, 22 de julio de 2016

1 JESUS EL CRISTO. NACIMIENTO DE CRISTO



JESÚS EL CRISTO, SEGÚN SIVANANDA (Senda Divina)

Hace dos mil años, la divinidad se encarnó en este planeta para mostrar a toda la humanidad el sendero glorioso que conduce a la vida eterna, pudiendo vivir realmente la vida divina sobre esta tierra. Jesús no era un ser ordinario. Era el poder y el amor divinos, encarnados en este planeta con un propósito especial y divino. Su advenimiento tuvo como finalidad cumplir el plan divino para este mundo. Su manera de actuar y su propia vida así lo demuestran.

El Nacimiento de Cristo y su significado

El momento y la forma del nacimiento de Jesús revelan una profunda ley espiritual. Jesucristo no nació en un gran palacio. No nació de padres adinerados ni cultos. Ni tampoco nació a plena luz del día para que todos lo advirtiesen. Jesucristo nació en un lugar tan sencillo y solitario como el rincón de un establo. Nació de padres humildes y pobres que no tenían nada de lo que alardear, excepto de su carácter sin tacha y de su santidad. Nació, además, en la oscuridad, en la oscura hora de la medianoche sin que nadie lo advirtiese, excepto algunas personas buenas.

Lo antedicho demuestra que el despertar espiritual le llega al aspirante que es perfectamente humilde, llano y «pobre de espíritu». La cualidad de la humildad verdadera es uno de los fundamentos indispensables, al que siguen la sencillez, la santidad y la renunciación a todo deseo de riqueza mundana y al orgullo del saber. En tercer lugar, de la misma manera que Cristo nació en la obscuridad sin que el mundo lo supiese, el advenimiento del espíritu de Cristo tiene lugar en el interior del hombre, cuando se tiene una autorealización y autoabnegación totales.

Ese es el nacimiento a la vida divina. Fue el secreto de ese nacimiento lo que hace tantos siglos Jesús explicó dulcemente al buen Nicodemo. El buen hombre no entendía lo que quería decir Cristo precisamente cuando enseñaba que un hombre debía nacer de nuevo para alcanzar el Reino de Dios. «¿Cómo puede ser eso?», preguntaba Nicodemo. Y fue entonces cuando Cristo explicó que ese nacimiento había de ser interno; no del cuerpo, sino del Espíritu. Un nacimiento espiritual interno tal, es esencial para alcanzar lo Supremo y experimentar la verdadera dicha.

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